El alfabeto latino, que actualmente es uno de los sistemas de escritura dominantes, tiene un antiguo origen y ha sufrido una larga evolución histórica desde su aparición en el siglo VII a. C. Se cree generalmente que el origen del alfabeto latino está en la variante occidental del alfabeto griego arcaico usado en Cumas, una colonia griega del sur de Italia (Magna Grecia).
El nuevo alfabeto latino contenía entonces 23 letras que ya tenían la forma de nuestras mayúsculas:[1] Cabe destacar la ausencia de alguna letra equivalente a la j. Los romanos usaban la i tanto para representar el fonema /i/ como el /j/, por ejemplo en palabras como Iulius o iustitiae (Julio y justicia respectivamente).
Cuando se introdujo la letra «Y» probablemente se llamaría hy /hyː/ como en griego (el nombre upsilon todavía no existía) pero cambió a «i graeca» (i griega) porque para los latinoparlantes resultaba difícil diferenciar entre los sonidos /i/ e /y/.
En la época coexistían dos tipos de caligrafía: Durante el imperio romano el alfabeto latino se había extendido desde la península itálica a todo el territorio alrededor del Mediterráneo donde se hablaba latín, aunque en la mayor parte de la mitad oriental del imperio, que incluía Grecia, Asia menor, el levante mediterráneo y Egipto, el griego siguió siendo la lengua franca y por lo tanto se usaba más el alfabeto griego.
Por su parte, la normalización ortográfica en el castellano y, con ella el uso regulado de mayúsculas y minúsculas, no se consiguió hasta que se difundieron las directrices publicadas por la Real Academia Española fundada en el siglo XVIII.
En el siglo XVIII se adoptaron la «J» y la «U», quedando establecidas las 26 letras del alfabeto latino básico tal como las conocemos actualmente: En la época colonial, el alfabeto se extendió por todo el mundo, siendo adoptado por muchas lenguas que anteriormente no tenían forma escrita o desplazando a otras escrituras.
También en este periodo contribuyó la cristianización al ser usado por los misioneros para traducir la Biblia a idiomas no europeos.
Vietnam, bajo dominación francesa, adoptó el alfabeto latino para transcribir el vietnamita que, anteriormente, había utilizado caracteres chinos.
Los eslavos occidentales y la mayoría de las lenguas eslavas del sur siguen usando el alfabeto latino, usando varias formas de signos diacríticos y dígrafos para representar algunos fonemas propios, como la ele con barra, Ł, del polaco que tiene un sonido similar a la w; el checo usa el carón, una pequeña curva sobre algunas letras; al igual que el croata que usa los carones č, š, ž, una c acentuada, ć, y la d con barra, đ.
Este último es un caso especial ya que, en el serbocroata, se escribe tanto con el alfabeto cirílico como con el latino; mientras que los hablantes del dialecto croata usan el latino, los hablantes del dialecto serbio usan el cirílico.