Hondero era el soldado de las antiguas tropas ligeras que combatía lanzando piedras con la honda.
Los romanos y cartagineses alistaron muchos de ellos en sus ejércitos: según Diodoro de Sicilia y Estrabón, en tiempo del cónsul Emilio Vitelio, 125 años antes de Jesucristo, aquellos isleños eran ya notables por su acierto en manejar la honda.
Sus hondas estaban tejidas con una especie de junco muy flexible que se criaba en las islas.
Llevaban tres, cada una de tamaño y longitud distinta: una en la mano, otra rodeada a la cintura y otra atada a la cabeza, de las cuales se servían a proporción de les distancias.
Eran tan fuertes los golpes de las piedras disparadas por su mano que apenas resistían las armas más duras y bien templadas.