Además, en la filosofía del siglo XX ha habido autores que han, de uno u otro modo, concebido la sociedad y el ser humano como naturalmente horizontales.
La escuela, como se ha señalado ampliamente, cumple un importante papel en el aprendizaje de la horizontalidad.
Freire, P. Pedagogía del oprimido, siglo XXI, Madrid, 1992) Sintetizando algunos de estos planteamientos elaborados por la pedagogía más crítica, podemos decir que el sujeto aprende a ser lo contrario, o sea, vertical, desde niño.
A través de una educación que consciente o inconscientemente socializa para ello mediante los mecanismos del autoritarismo muchas veces extremadamente sutiles.
Desde la Ilustración, se ha desarrollado lo que podríamos denominar una pedagogía de la horizontalidad, opuesta a la escuela vertical.
A continuación se señalan algunos pasajes de su obra principal especialmente significativos, en los que resulta patente la relación entre escuela, verticalidad y sociedad antihumana (en el sentido de construida contra lo considerado humano o salud humana): “Entre las causas profundas de la guerra y la confusión actuales hay una cuya importancia no se ha subrayado bastante.
En todos los países de Europa la escuela se ha esforzado por adiestrar al niño en la obediencia pasiva.
Es fácil ver ahora los resultados de este sistema paciente y continuo.
Los pueblos no aprendieron a rebelarse contra las órdenes equivocadas de sus gobernantes y jefes militares.
Castigos y recompensas; imposiciones exteriores para formar, modelar, aplastar si es preciso, la personalidad del niño.” (pp.
Tales niños que crecen libres no se ubicarán, en los niveles profundos de la psique, en la verticalidad.
En general, se movilizan profundos y primarios anhelos de los seres humanos, miedos profundos de la psique, redirigidos socialmente para servir a la propia sociedad que los educa (consúltese carácter social).
Así, hay un discurso elaborado por filósofos, e incluso psicólogos, que describe a la naturaleza humana como intrínsecamente perversa y al individuo hostil ante los demás hombres.
En este sentido, una estructura piramidal, en la medida en que violenta y oprime al desvalido sujeto, se alejaría del ideal de la convivencialidad.
En sus controvertidos trabajos de los años setenta del siglo XX, resalta la acción paralizadora del saber vivo que lleva a cabo el profesor, su labor de custodio-guardián, moralista y terapeuta.