Difundió su pensamiento no sólo desde su vasta producción escrita sino también desde otras actividades, como su proyección y creación de la Reserva natural Sierra del Tigre (en Tandil).
Probablemente, conoció en una fiesta familiar a Susana María Lucrecia Otamendi Oliva, con quien luego contraería primeras nupcias.
Luego se trasladó a la costa, región de Comodoro Rivadavia, ejerciendo como médico en Petroquímica, en el Hospital Regional de Comodoro Rivadavia y más adelante en el hospital del Campamento Diadema Argentina perteneciente a la compañía Shell.
Otra tragedia azotó su vida: su hija Silvina María (1959), murió, como Fernando, al poco tiempo de su nacimiento.
Frente a estas circunstancias, Huberto decidió instalarse en Tandil para trabajar allí como médico y al mismo tiempo poder administrar su campo junto con sus hermanos.
De esta manera, se autodeterminó como un geógrafo autodidacta que trabajaba permanentemente sobre el terreno.
Mantendría amistades con el doctor Raúl Rey Balmaceda y Federico Alberto Daus, ambos reconocidos geógrafos argentinos.
Balmaceda escribiría, años después, la contraportada del libro póstumo de Cuevas, "Geografía Prospectiva.
El nombre, Sierra del Tigre, ya estaba cuando él llegó allí, y se piensa que podría haber sido puesto por los primeros habitantes blancos en la zona que suponían al puma o al yaguareté[2] en las cimas del cerro.
De lado a la entrada, existe una plica en la cual se reconoce a la creación del lugar, y ya una vez adentrados, también hay una foto de Huberto y otras cuantas memorias.
Huberto decidió mudarse con su compañera a la casa en la cual los dos trabajarían y fomentarían sus pensamientos en forma mutua.
Después de bastantes años juntos, Huberto sería atendido y puesto en operación debido a ciertas complicaciones con su corazón.
Su legado sería un patrimonio contundente y el mejor brindado al mundo.