Toda comunidad, ciudad o sociedad organiza sus actividades y su vida cultural de acuerdo con sus antecedentes, historia, formas culturales propias y su realidad actual.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos reconoce la participación en la vida cultural de las personas como derecho fundamental y las sociedades modernas han estructurado su intervención en la cultura a partir de las estructuras del Estado nación (Gobierno central, regional y local) con sus regulaciones legislativas específicas.
En 2003 la UNESCO las definió así por primera vez en la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial.
Al mismo tiempo, es su responsabilidad hacer una aportación positiva» frente a esta base, este ambiente creativo.
«La huella cultural del sector cosmético»,[8] que reúne a Gilles Andrier, Loïc Armand, Francesco Bandarin, Jérôme Bédier, Françoise Benhamou, Fouad Benseddik, Gilles Boëtsch, Dominique Bourg, Jérôme Gouadain, Maria Gravari-Barbas, Marc-Antoine Jamet, François Jullien, Pascal Lamy, Jacques Lévy, Gilles Lipovetsky, Françoise Montenay, Jean Musitelli, Patrick O'Quin, Philippe d'Ornano, Dominique Perrault, Marie-Hélène Plainfossé y Nicole Rouvet, ofrece algunos aspectos del entorno cultural en los que la economía puede hacer una aportación: formación, arquitectura, arte, colores, ética, imaginación, patrimonio, entretenimiento, habilidades sociales, singularidad, etc.
Las huellas culturales también no son siempre en forma física, sino que también hacen referencia a las tradiciones orales, bailes, teatros, etc., según el artículo Huellas culturales: explorar el pasado, el presente y el futuro, en la plataforma digital de la enseñanza europea.