Pasó casi toda su vida en Bagdad, excepto por un período en la ciudad de Samarra,[1] unos 125 km al norte, que fue capital del califato entre los años 836 y 892.
[3] Pero sus profundas convicciones chiítas y mu'tazilíes le impidieron trabajar en la corte, siendo el regente al-Muwaffaq (†891[Nota 2]) el único gobernante abasí en tenerle estima.
Cultivó los más diversos géneros: desde simples epigramas a largas odas, incluyendo panegíricos formales, elegías, elegantes poesías descriptivas (no carentes de ingenio) sobre la belleza femenina, la naturaleza o el vino, e incluso duras sátiras de distintos individuos.
[1] En su época, el recurso a la paradoja era un elemento distintivo del ambiente literario de la corte,[4] e Ibn al-Rumi fue famoso por sentir repugnancia por las rosas (o al menos pretenderlo), llegando a componer un verso en el que comparaba esta flor con el ano de una mula defecando.
[1] Su extensa obra literaria fue recopilada poco después de su muerte por Abū Bakr al-Sūli y otros compiladores.