Iglesia de San Diego (La Unión)

Pertenecía a una familia de condición humilde; desde muy joven colabora con un sacerdote por varios años, emergiendo su iniciativa en la vida espiritual.

Más tarde ingresa a la Orden Franciscana, donde toma los hábitos de Fraile.

En 1447 regresa a España y forma parte del Convento Franciscano de Sevilla.

Más tarde San Diego junto con once hermanos franciscanos viajan a Alcalá donde pasa sus últimos siete años, donde fue jardinero y hortelano y luego portero del Convento.

Heliodoro Granja tuvo la iniciativa de fundar un Centro de Animación Pastoral en San Diego, nombrándose como primer administrador al Presbítero Gerardo Brenes, quien empezó a organizar un nuevo centro planificando el territorio y contribuyendo a consolidar una identidad entre las comunidades de la nueva segregación.

Jaime Gutiérrez, quien por motivos de salud no pudo asumir el cargo.

Edgar Muñoz Fonseca es nombrado Administrador Parroquial mientras se recuperaba el titular; no obstante, el 29 de septiembre de 2003 se nombra oficialmente al Pbro.

Edgar Muñoz como Párroco con todas las potestades y con la única salvedad de no iniciar la construcción del nuevo templo hasta que se revisaran los anteproyectos que se habían presentado.

Por lo tanto, el Padre Edgar se dedicó a reorganizar toda la estructura pastoral, que a pesar de los frutos ya dados se encontraba un poco desgastada, cuyo principal objetivo era crear conciencia de que todas las filiales eran una sola parroquia, porque estaban muy aisladas y el hecho de crear un nuevo Templo en San Diego no implicaba que solo fuese de interés para San Diego centro sino para todas las filiales.

Los contratos del primer arquitecto se desecharon y por sugerencia del Obispo se contrató al arquitecto Paúl Barboza Agüero, quien tenía experiencia en el diseño de iglesias y la clara visión de la nueva estética.

Posteriormente se chorreó el piso y se definió las área del presbítero, pero un elemento que sobresalió fue el hoyo de la Piscina Bautismal.

Edgar Muñoz, este templo pretende mantener el sentido de Asamblea, por eso es una inmensa nave sin columnas de forma octagonal; que nos permite mirarnos las caras, superando el concepto clásico de batallón; además nos recuerda que la vida vuelve a comenzar renovada cada ocho días.

Una vez subidas las gradas, se entra en una especie de túnel que a pesar de ser bien amplio, simboliza el camino angosto para llegar a la luz.

Todas las puertas están dedicadas a la Virgen, así tenemos: • La Anunciación.

Al pasar la puerta principal, encontramos la primera grada de descenso, que forma parte de siete gradas, que terminan en un ÁREA BAUTISMAL , en ellas contemplamos todo lo que cabalísticamente simboliza este número, la creación, los siete pecados capitales, la plenitud de todo lo divino, tres, más todo lo humano, cuatro, etc.

El bautizando entra a lo más profundo de su vida, que es su muerte (simbolizando la bajada a los infiernos de Nuestro Señor Jesucristo) y sale victorioso hacia la resurrección y la luz; es decir: el renacer del útero de la Madre Iglesia “Esposa de Cristo”, es el símbolo santificador que nos representa la fuente bautismal.

Una gran mesa sirve de altar, pues por la forma del edificio, el recién bautizado al salir de la piscina lo recibe la mesa del alimento que le permitirá continuar viviendo para unirse a la asamblea y bendecir al Padre, haciendo referencia al gran banquete que presenta el Salmo 23: “Preparas una mesa ante mí, me unges la cabeza con perfume, mi copa reboza”.

La boca ocupa un lugar importantísimo, por eso la dignidad del ambón es impresionante, el vientre altar, signo de la vida, donde se alimenta el cuerpo, el útero (pila bautismal), de donde nacen los nuevos hijos, y las extremidades compuestas por la asamblea, que formando parte de este cuerpo glorioso, por medio de posturas y gestos, lo guían al encuentro definitivo con el Padre.

Esta obra es una acción maravillosa del Señor, que ha hecho instrumento a muchas personas y se ha valido de la fe de tantos que la han conformado dándole un cuerpo y un mensaje al mundo entero de que la iglesia la conformamos todos, siendo nosotros los miembros y Jesucristo la cabeza.