Su construcción fue ordenada, en el año 1740, por un nativo del lugar, el arzobispo de Zaragoza Tomás Crespo Agüero, según se dice en una inscripción que recorre el interior.
Destaca esta iglesia sobre todo por lo barroco de su original planta, central y octogonal.
También es octogonal la torre adosada de sillería, que tiene cuatro alturas y está rematada por una balaustrada.
En la torre se abre la entrada, entre pilastras y con un frontón partido por encima, rematada con una cruz.
Hay un retablo churrigueresco en el presbiterio, un retrato del arzobispo promotor de la obra y varias pinturas.