El siguiente ejemplo ilustra la diferencia entre la imitación cognitiva y la imitación motor-espacial: Imaginemos que alguien se asoma al hombro de otra persona y le roba la contraseña de su cajero automático.
Como en todas las formas de imitación, el individuo aprende y reproduce con éxito la secuencia observada.
Por otro lado, el ladrón podría ignorar el patrón espacial de las respuestas observadas y centrarse en los objetos concretos que ha tocado, generando una regla numérica abstracta, independientemente de dónde se encuentren en el espacio: 3-1-5-9.
En este ejemplo, las respuestas del ladrón coinciden con las que observó sólo porque los números están en la misma ubicación.
Si los números estuvieran en una ubicación diferente -es decir, si los números del teclado del cajero automático estuvieran desordenados con cada intento de introducir una contraseña- el ladrón reproduciría, no obstante, la contraseña objetivo porque aprendió una regla serial cognitiva (es decir, abstracta, específica de un elemento), en lugar de una regla espacial (es decir, un patrón motor-espacial observable).
Para aislar la imitación cognitiva de la motora, Subiaul y sus colegas entrenaron a dos macacos rhesus para que respondieran, en un orden prescrito, a diferentes conjuntos de fotografías que se mostraban simultáneamente en un monitor táctil.
[7] Para explorar más a fondo esta disociación entre la imitación cognitiva y la imitación motor-espacial, Subiaul y sus colegas[7] llevaron a cabo un estudio transversal a gran escala, dentro de un mismo sujeto, con preescolares (2-6 años) utilizando las mismas dos tareas: cognitiva (específica de un ítem) y motor-espacial (específica del espacio).