Impuesto de sal

La sal ha sido, históricamente, uno de los bienes más valiosos de los que disponían las civilizaciones antiguas, tanto por sus cualidades conservantes (esenciales cuando aún no existían los frigoríficos o los conservantes sintéticos)[6]​ como por sus propiedades religiosas (pureza, incorruptibilidad, obtención a raíz de la evaporación del agua marina por los rayos del sol).

[7]​ Así, por ejemplo, en el Antiguo Egipto se colocaba un puñado de sal sobre el cuerpo de los difuntos para ayudar a preservarles en el más allá, y, en la Grecia Clásica, se usaba sal durante los sacrificios sagrados.

El diálogo plantea tanto cuestiones prácticas sobre la eficacia de los impuestos como morales sobre la naturaleza del gobierno.

Así, Guan Zhong argumenta que los impuestos directos crean resentimiento entre el pueblo, pero ensalza los indirectos, como los de la sal y el hierro:[11]​ Posteriormente, durante el Imperio Romano, la sal, que inicialmente estaba libre de impuestos,[8]​ acabó siendo monopolizada para financiar sus objetivos bélicos.

[12]​ Durante la Edad Media, muchos gobiernos incorporaron el comercio de la sal como empresa estatal.

Sal del lago de Jilantai ( Mongolia interior, China).