[cita requerida] Muchos de estos accidentes provocaron enormes pérdidas materiales y humanas.
[2] El incendio se inició en la calle Cádiz,[1] en las proximidades de los muelles, y avivado por un fuerte viento sur, las llamas alcanzaron pronto la catedral que, por estar situada en la zona más alta, se convirtió en un potente foco difusor del fuego hacia las calles próximas.
[3] Desde el eje de la Puebla Vieja (catedral, Rúa Mayor, Rúa Menor...), el incendio se fue extendiendo hacia las calles de La Ribera, San Francisco, Atarazanas, El Puente, La Blanca y la Plaza Vieja.
[4] Durante el día 16 prosiguió el incendio, cediendo por el este pero avanzando en otras zonas de la ciudad.
Los bomberos penetraron en la zona calcinada, y se ahogaron los últimos focos, aunque no estaría totalmente extinto hasta quince días después.
Sobre todo se difundieron consignas, órdenes e instrucciones concretas sobre suministros y distribución de alimentos.
Se procedió a la incautación de las tejeras La Covadonga, Trascueto y Agustín García.
Desaparecieron fundamentalmente edificios de viviendas en gran parte ocupadas por clases populares.
La sede del periódico de tirada regional El Diario Montañés fue destruida por el incendio.
Ello es fundamental para comprender la dinámica del espacio urbano santanderino en la etapa previa a la gran expansión de los años 1960.
En primer lugar, se intentó solucionar el problema viario construyendo un nuevo trazado para el tranvía que superase las disfuncionalidades derivadas de las calles estrechas e irregularmente distribuidas del casco histórico.
Otro objetivo propuesto fue la revalorización de los edificios religiosos, sacando partido a sus limitadas posibilidades estéticas.
En Santander, la actividad constructiva en los años posteriores al incendio se incrementó notablemente, por debajo de las necesidades reales y siguiendo un criterio selectivo.
En la zona afectada por el incendio se construyeron aproximadamente la mitad de viviendas populares que las que se destinaron a residencia burguesa, fenómeno claramente ilustrativo de la nueva dimensión social y funcional que se logró imponer en esta área central y, por tanto, de gran valor en el conjunto urbano.
Así pues, el incendio y la posterior reconstrucción del centro trajeron consigo dos consecuencias claves para la actual ciudad de Santander.
Por un lado, se produjo una profunda transformación tanto morfológica como funcional del espacio urbano central que supuso un proceso de renovación urbana anterior al de otras ciudades españolas.