En este tiempo Armand también ingresó en una organización caritativa dirigida a mujeres que ejercían la prostitución en la capital rusa.
Inessa interrumpiría sus trabajos para doctorarse y comenzaría a colaborar estrechamente con los comunistas alcanzando la secretaría del Comité de Relaciones Exteriores que se formó para coordinar todos los grupos bolcheviques en Europa occidental.
Una vez más abandonó de forma ilegal Rusia para vivir con Lenin y Nadezhda Krupskaya en la región polaca de Galitzia, donde escribió artículos para la revista feminista y revolucionaria Rabotnitsa, “(la) trabajadora”, en ruso.
Los bolcheviques, entonces en el exilio, estaban desesperados por volver a Rusia para influir en el rumbo político del país.
Durante la primavera de 1920 impulsó la aparición del periódico comunista Kommunistka, entre cuyos temas destacaban «los aspectos principales de la emancipación femenina y si debía efectuarse un cambio profundo en la relación entre sexos».
Armand nos señala desde las primeras décadas del siglo XX la doble marginación o discriminación que sufren las mujeres al ser oprimidas desde su condición de proletarias, y al ser violentadas y ultrajadas por su condición de mujer.
Este reconocimiento de derechos los extiende el poder soviético a la familia, pues el marido o el padre no tiene poder sobre la mujer y, como los niños son considerados futuros ciudadanos, no pueden ser considerados como ilegítimos, todos son legítimos para el poder soviético.
[10] La Rusia comunista no considera que haya tareas propiamente femeninas, pues el proletariado se emancipa en conjunto y la participación de la obrera es activa, ya sea en la vanguardia o en la retaguardia.