El poeta no retoma la narración donde la había dejado en el anterior canto (la llegada a los pies de la torre) sino un tiempo antes cuando los dos poetas todavía lejos notan una señal luminosa sobre la torre, la cual es respondida por una señal análoga.
Ante todo hay que precisar que no se conoce la fecha exacta de La Divina Comedia: la escritura del Infierno se suele situar entre 1306 y 1309, considerando los hechos narrados, las "profecías" de Dante y otros factores.
Boccaccio, a sostener su tesis, ilustró con riqueza de detalles una anécdota, que hoy en día es considerada falsa por los estudiosos.
El marqués entonces, a su vez maravillado por la obra iniciada y abandonada, habría persuadido al poeta a que no dejase "senza debito fine sì alto principio" (sin terminar semejante obra).
", al cual Virgilio responde :"¡Flegias, Flegias, mi señor le dijo, esta vez gritas en vano!
Si parece imposible que sea el barquero para los pecadores de los círculos inferiores, siendo las almas enviadas después del juicio de Minos, quizás podría ser aquel que toma a los iracundos y los tira al centro del pantano.
En todo caso, Dante se preocupa en citar su sobreexcitación, dado por los gritos en la partida y en la llegada de la barca.
Virgilio lo alaba por su deseo de venganza y le asegura que pronto será satisfecho.
Dante, a diferencia de los otros condenados encontrados hasta ahora, por los cuales había sentido indiferencia o sentimientos de piedad hasta hacerlo llorar (Paolo y Francesca, Ciacco) aquí manifiesta por primera vez odio y complacencia por el mal destino del otro, usando un episodio con rasgos excesivos, casi brutales, respecto a Filippo Argenti.
Los diablos están sorprendidos de ver una persona viva y Virgilio pide hablar con ellos en privado.
Ellos como respuesta le cierran la puerta de la ciudad en la cara, y Virgilio vuelve enojado a Dante, pero le explica otra vez que su misión tiene que cumplirse, que es normal la oposición de los diablos: ellos negaron también el ingreso a Cristo cuando entró en el Infierno, y él tuvo que romper la puerta principal de los ínferos, esa donde Dante había leído la amenazadora frase "Por mi se va en la ciudad adolorida".