La infraestructura en todo el mundo se está deteriorando y necesita ser reemplazada o mejorada.
Se necesitan entonces mayores inversiones en equipamientos para brindar servicios públicos básicos y asegurar un crecimiento equitativo.
[1] La infraestructura resiliente es fundamental para enfrentar escenarios inciertos, especialmente en casos de desastres naturales y crisis climáticas.
[5] La inversión en infraestructura resiliente es clave para mitigar riesgos, reducir costos de reconstrucción y evitar interrupciones en los servicios esenciales.
[6][7] Para ello, la planificación debe integrar la resiliencia desde las etapas iniciales, considerando los riesgos climáticos y desastres naturales.
[5] Un enfoque integral es necesario para gestionar los riesgos interrelacionados y los impactos en cascada que los desastres pueden generar.
La fiabilidad y el funcionamiento continuo de estos sistemas son esenciales para el bienestar social y el desarrollo económico sostenible, lo que hace de su resiliencia una prioridad tanto a nivel local como global.
[6][7] En América Latina y el Caribe, algunos países ya han implementado medidas para mejorar la resiliencia.
[8] Invertir en infraestructura resiliente no solo protege vidas, sino que también genera beneficios económicos a largo plazo, evitando interrupciones en los servicios y reduciendo los costos de reconstrucción.
Además, aumenta el valor de las propiedades al hacerlas más atractivas para compradores e inquilinos interesados en sostenibilidad.