María Vicenta está sentada en la celda, resignada, con la mirada baja y la preocupación en el rostro[3].
Es visitada por dos sirvientas que leen nerviosamente una carta a la luz de una vela.
Con esta carta María Vicenta pretendía avisar a su amado, que aún estaba prófugo.
Quizás fue la anciana sentada detrás de ella quien introdujo un papel y lápiz en la celda.
Otra condenada se sienta en el lado izquierdo, mirando la luz de la farola que cuelga sobre ellas.