En su infancia, marchó a vivir a Zumárraga y Madrid, en donde completó su formación al tiempo que trabajó con numerosos heridos de la Guerra Civil.
Posteriormente, fue llamada para trabajar en Éibar, País Vasco (España), en donde se contaba con un hospital, en las proximidades de las instalaciones de la Residencia San Andrés, para asistir a los enfermos tuberculosos.
Fue en Éibar, en donde prestó un intenso trabajo de apoyo a los enfermos que le supuso contraer la enfermedad.
La Congregación de las Madres Mercedarias detalla que «Sor Isabel Lete Landa, goza ya de la gloria del Padre y, como Santa Teresita del Niño Jesús, a quien imitaba, es testimonio de vida mística desde la espiritualidad de lo sencillo, lo pobre, lo humilde y lo que no tiene relevancia.
Durante toda su vida fue tierra fértil que Cristo fecundó, porque se dejó encontrar por Él, amándole apasionadamente.