En su segundo viaje al Nuevo Mundo, Cristóbal Colón descubrió la isla y la bautizó como Santa María la Redonda.
De acuerdo con lo escrito por su hijo Hernando Colón en su Vida del Almirante los indígenas la llamaban Ocamaniro.
El interés por la isla comenzó a finales del siglo XIX cuando el Reino Unido la anexionó a sus posesiones en 1872 —temiendo que los estadounidenses lo hicieran primero— en busca de explotar el fosfato de alúmina que abunda en la isla y que es producido por guano de alcatraces.
Durante años los Shiell objetaron la posesión de la isla ante la Oficina Colonial Británica sin éxito, aunque se les permitió seguir usando el título real.
Redonda estuvo habitada tras formar parte del Imperio británico debido a la explotación de los depósitos de fosfato, cuya extracción anual rondaba las 7,000 toneladas.