Jakob Varmeier

Siendo todavía un niño, Jakob evitaba los típicos juegos infantiles y destacaba por su llamativo comportamiento, muy tendente a la melancolía, lo que lo diferenciaba en gran medida de sus hermanos.

La enfermedad mental que padecía lo volvió «somnoliento y, a menudo, incapaz»[1]​ (sufría de melancolía y en ocasiones pensaba que no podía hablar ni escribir), motivo por el que tras solo tres semanas abandonó un puesto que había obtenido como mayordomo en 1624 para la familia von Pogwisch en Neukloster, si bien ese mismo año se mudaría a Rostock (donde intervino la maquinaria del reloj astronómico de la ciudad)[3]​ y trabajaría como abogado (uno de sus hermanos, Theodor Varmeier, era también abogado y vivía en Rostock), asumiendo desde septiembre de 1626 y hasta 1629 el cargo de secretario en el tribunal del distrito de Sternberg; pese a que el público estaba satisfecho con su trabajo, Varmeier decidió volver a Rostock.

Antes del crimen Varmeier pasó varios días rezando, ayunando y escribiendo una carta en la que justificaba sus acciones, documento que entregó al predicador de la iglesia del Hospital Espíritu Santo.

La madrugada del 22 de enero Varmeier acudió a la casa del coronel portando un hacha y una cortina (más tarde testificaría que esperaba recibir una orden de Dios si el plan no era de su agrado, en cuyo caso hubiese arrojado el hacha y la cortina al agua).

La guarnición imperial sintió un gran enfado a causa del asesinato, llegando los soldados al extremo de amenazar con cometer una masacre.

Representación contemporánea del asesinato del coronel Hatzfeld.
Xilografía de Judit y Holofernes en la portada de un folleto contemporáneo sobre el crimen.