En 2009 luego de pasar las fiestas tuvo la mala suerte de que tuvieron que operarlo de apéndice, perdiendo así una prueba que tenía en Rosario con Independiente.
La desgracia de Mendoza no fue nada comparada con la que vivieron sus coterráneos un mes después, en febrero de 2009.
El río Tartagal desbordó hasta convertirse en un alud que arrasó con parte de la ciudad, anegándola y cobrándose vidas, además de daños materiales.
Y Javier, como quien quería dar una mano sabiendo que el fútbol no era lo suyo, decidió trabajar en la construcción.
Sus hermanos Alejandro y Gustavo también son futbolistas.