Jesse Pomeroy

Su cuerpo era muy grande para su edad, así como su cabeza, orejas y rasgos faciales eran poco favorecedores.

Su ojo derecho carecía de pupila y el iris era tan claro que se confundía con la esclerótica, confiriéndole un aspecto aterrador.

Mató a los canarios de su madre y cuando le descubrió torturando al gato del vecino, la familia prefirió no tener mascotas.

Del ataque, Hayden resultó con los ojos morados, los dientes frontales partidos, la nariz rota y el torso cubierto de heridas.

Mientras tanto, el lampiño y castaño Jesse Pomeroy escapaba con comodidad de la búsqueda policial.

En ese momento, Ruth Pomeroy decidió que su familia se mudara al sur de Boston.

Sin embargo, la madre de Jesse siempre permaneció fiel a su hijo, y negaría las imputaciones formuladas contra él.

Tras alejarlo pidiéndole que le ayudara a buscar una dirección, George Pratt fue atado y desnudado por Pomeroy, quien lo aporreó sin misericordia con un cinturón.

Esta vez elevó el nivel de sus atrocidades, mordiéndole la mejilla y arañándolo profundamente en la piel.

Gould aportó pistas más concretas, como que su atacante era un joven adolescente de cabellos castaños y un ojo totalmente blanco.

A pesar del intenso y severo interrogatorio, Pomeroy se mantuvo tranquilo clamando su inocencia en todo momento.

Pero cuando lo despertaron a la medianoche en la celda donde había sido confinado con la amenaza de ser encarcelado por cien años, Jesse Pomeroy se dio por vencido.

Cuando le preguntaron por qué lo había hecho, solo atinó a decir: "no pude evitarlo".

The Boston Globe cubrió esta historia muy incómoda para los estándares de la época; la última línea del artículo decía: "Se concluye por lo general que el chico es deficiente mental".

Su madre tenía su tienda de confección propia, y su hermano Charles vendía periódicos por lo que decidieron emplearle para mantenerle ocupado.

Pero Pomeroy no había pasado ni dos meses en libertad, cuando la oportunidad se presentó a la puerta de la tienda materna.

El abogado de Pomeroy, Charles Robinson, presentó dos excepciones que fueron anuladas en 1875, momento en que Pomeroy fue sentenciado a la horca hasta la muerte; sin embargo, ningún gobernador se atrevió a firmar la sentencia.

Sin publicitar su decisión, impuso la cadena perpetua para Pomeroy, misma que debía ser cumplida en solitario.

[1]​ Durante su encarcelamiento, la única persona en visitar a Jesse Pomeroy fue su madre, hasta su muerte.

Un informe psiquiátrico de Pomeroy realizado en 1914 y ampliamente citado por The Boston Globe, indicó que había hecho diez o doce "intentos decididos" de fuga y que habitualmente se encontraban herramientas hechas a mano en su poder.

[2]​ En 1917, su castigo fue atenuado y se le permitió integrarse a la población general de la prisión.