A cien leguas de azul hacia el oeste, en un paraje denominado Salinas Grandes, se levantaba por aquel entonces las tolderías del poderoso Cacique Manuel Namuncurá que dominaba La Pampa y sus contornos.
En el momento menos pesado se vio rodeado por una multitud de indios que pretendían acabar con el misionero y sus acompañantes.
Felizmente pudo escapar a caballo pero no sin recibir antes en la espalda unos grandes azotes.
Al estar todas las tolderías avisadas del peligro que significaba la presencia y la libertad de Salvaire, no pudo evadir la persecución.
Cuando le toca el mate al hermano de Namuncurá, Bernardo, se negó a tomarlo y los acusa de canallas, jurando acabar con el primero que se le acerque.
Las amenazas no son tan crueles y aparece sobre su espalda el poncho protector de Bernardo.
En 1881 suspende su trabajo porque debe acompañar a monseñor Espinoza en la reevangelización del desierto.
Salvaire no permaneció estático ni un momento, trabajo muchísimo, aunque sin desatender su obra misional.
Los planos de la Basílica los encargo al arquitecto francés Ulrico Courtois.