Posteriormente ingresó al seminario donde destacó por su gran talento para la música sacra.
Al ver su desempeño las autoridades eclesiásticas lo invitaron para que enseñara en la Ciudad de México.
La nueva técnica creada por él fue tan exitosa que fue adoptada en otros países y fue reconocida por la prensa extranjera.
A estas presentaciones asistió el presidente Porfirio Días, del que recibió grandes elogios.
Posteriormente para buscar la curación del mal que le aquejaba regresó a la Ciudad de México en donde murió en extrema pobreza, sus restos fueron sepultados en el Panteón Español.