Francisco del Baño, en su catálogo del Laboratorio Museo José Loustau, indicaba que Loustau era muy puntual en la asistencia a sus clases y nunca abandonaba el aula antes de que el bedel le anunciase repetidas veces la hora de clase cumplimentadamente transcurrida.
Explicaba las lecciones sin afán de brillantez personal, buscando sobre todo la claridad y la eficacia.
No era severo en los exámenes y, sin embargo, obtenía un buen nivel de conocimientos en sus alumnos.
Sin duda confiaba más en la constancia y atractivo de la información que proporcionaba que a los ejercicios memorísticos de última hora para el examen.
En cuanto al material de enseñanza Francisco del Baño lo recordaba enfundado con una bata blanca dirigiéndose al aula, “unas veces portando un maletín conteniendo las diapositivas, otras, con los libros para proyectar en el epidiáscopo alguna figura o gráfico o, sosteniendo entre sus manos, alguno de los modelos de la vida” (Del Baño Breis, 1999: 20).