Lo presentó como un títere animado, que procedía de una isla desconocida (Kasperlandia, habitada solo por kásperles).
En la obra se percibe, además, una clara nostalgia por la civilización del siglo XIX, más rural y menos mecanizada.
Por suerte, Kásperle conoce a Marilena, una dulce niña que se hace amiga suya.
El millonario inglés mister Stopps visita un día la ciudad de Torburgo que ha sido víctima de un devastador incendio y oye hablar del popular Kásperle que vive allí.
Cuando lo conoce se empeña en comprarlo ofreciendo a cambio dinero suficiente para reconstruir la ciudad.
Huyendo llega a Nápoles desde donde se embarca para su largo viaje con todos sus viejos amigos y con Mister Stopps que ha ido tras él.
En Torburgo, por ejemplo, dado su aburrimiento, decide aprender el oficio de pastelero, pretendiendo pasar los días comiendo dulces.
También se encuentra a algunos bromistas que intentan fastidiarle pero Kásperle utiliza su astucia para dejarlos boquiabiertos.