Juan José de la Cruz

Fue canonizado por Gregorio XVI en 1839, junto con Francesco de Jerónimo y Alfonso María de Ligorio que lo habían conocido en vida y le habían pedido consejo.

Nacer en una familia acomodada es a menudo una ventaja, pero lo es aún más nacer y crecer en una familia religiosa, donde la fe no es algo abstracto, sino una compañera de la vida diaria con la oración, el ayuno y la devoción.

En 1674 fue enviado a fundar un monasterio en Afila, Piedimonte, donde asistió en la construcción del mismo, allí también mandó construir una pequeña ermita, que todavía hoy es un destino de peregrinación, llamada "La Soledad".

Durante el resto de su vida vestirá un solo hábito todo desgarrado y recocido con muchos remiendos; harapos muy desagradables que Juan José no los verá como un indumento muy impropio, sino que dirá que sus harapos, en realidad, son un elegante uniforme similar al de los caballeros.

La predilección por Nuestra Señora De niño, el joven Calosirto aprendió en casa la gran devoción por María, que crecerá en él a lo largo de su vida, junto con su vocación y santidad.

El fraile que lo cuidaba en su agonía, ha referido que las últimas palabras pronunciadas por Juan José en el momento de la muerte fueron para María: "Te encomiendo a la Virgen", dijo, y podemos considerar esto como su testamento espiritual.

Ayúdanos a ver que el sufrimiento puede ser aligerado, si en vez de arruinarlo con nuestras lamentaciones, creemos con viva fe que Dios Padre lo permite por nuestro bien.

En el Castillo Aragonés en Ischia, se encuentra una pequeña capilla consagrada a San Juan José de la Cruz.