Se destacó como oficial del ejército provincial en las luchas contra Buenos Aires.
Tuvo un importante desarrollo ganadero y llegó a ser muy rico e influyente.
Allí fue alcanzado y decapitado por una partida federal, mientras Ezeiza salvaba su vida por casualidad.
Regresó a su estancia años más tarde, y no fue molestado hasta el final del gobierno de Rosas.
Apoyó militar y económicamente a las fuerzas porteñas que apoyaron al gobierno contra las fuerzas de Hilario Lagos, y participó en la Batalla de San Gregorio, derrota porteña, en la que fue tomado prisionero.