Al contrario que Juan van der Hamen y los bodegonistas flamencos en general, Arellano no elaboró cuadros complejos en cuanto a cantidad de elementos o escenografía.
Cada cuadro muestra un solo ramo, dispuesto en el centro en primer término y, en general, en una simetría apenas animada por flores ligeramente movidas o insectos que revolotean sobre ellas.
El realismo de las flores reproducidas se explicaría porque Arellano las pintaba del natural, elaborando los ramos en su estudio.
Se ha supuesto, por tanto, que Arellano recopilaba bocetos o modelos parciales de flores y las repetía en los bodegones según criterios estéticos, sin atender a la lógica estacional.
Actualmente, sus cotizaciones son muy elevadas; cuadros de este artista superan los 200.000 euros en el mercado internacional.