Tuvieron lugar en el siglo IV a. C., después de la guerra del Peloponeso, momento en que Esparta dominaba Grecia, la ciudad lacedemonia que había ganado dicha guerra gracias al dinero del Gran Rey.
Estos tratados de paz permitían así a los persas, indirectamente, controlar lo que estaba pasando en Grecia.
Como Esparta no había mostrado hostilidad hacia Persia, el Gran Rey continuó concertando varias: paz de 387 a. C., 375 a. C., 372 a. C.; no obstante, la ayuda financiera estaba estrechamente vinculada a las luchas de poder en Grecia.
Así, desde que Tebas relevó a Esparta como potencia hegemónica (cf.
Se terminó pronto el poder persa y su injerencia en Grecia cuando las tendencias se invirtieron, y pronto hubo un monarca macedonio, Alejandro Magno, quien triunfó en Persépolis (conquista del Imperio aqueménida por los ejércitos de Alejandro (333-323 a. C.)