El Consejo de la Ciudad de Manresa creyó que, para evitar estas calamidades en el futuro, la mejor solución sería llevar el agua del Llobregat mediante una acequia.
Este mismo año empezaron las obras bajo supervisión del arquitecto barcelonés Guillem Catà.
Este hecho fue interpretado como una señal divina y el obispo levantó la excomunión que había impuesto hacía años su antecesor.
La "Fiesta de la Misteriosa Luz" se celebra en honor a este hecho.
Desde entonces se han hecho pequeños trabajos de mantenimiento y se han cubierto varios tramos, pero la mayor parte del recorrido conserva la construcción original En 1974 entró en funcionamiento el lago artificial del parque de la Aguja.