Hacia 1643, encargó a Champaigne la decoración de esta capilla.
Abajo, María y José, acompañados por el buey y el asno, apenas visibles, adoran al Niño Jesús, envuelto en pañales, tal como lo describe el Evangelio de Lucas.
Al fondo, un ángel resplandeciente sobrevuela el campo para anunciar a los pastores la llegada del Mesías.
Ve en este cuadro la influencia del pensamiento del cardenal de Bérulle, fundador de la sociedad y de la iglesia del Oratorio, a la que estaba destinado el cuadro.
Este último expresa en efecto una espiritualidad muy particular marcada en particular por la luz que emana milagrosamente del Niño Jesús e ilumina el rostro de la Virgen, el estado de contemplación silenciosa de la Virgen frente al Niño, el rostro, que se aparta, de José que no se atreve a enfrentarse al Mesías, y la mirada meditabunda, impregnada de gravedad, de Cristo representado como un verdadero niño.