Entre todas las personas -tanto trabajadoras como residentes- decidieron cómo querían vivir: no quisieron poner normas ni letreros en las paredes, sino simplemente que se mantuviera un espacio de entendimiento buscando un equilibrio entre las necesidades individuales y las colectivas.
De esta forma pueden dar respuesta a situaciones que de otra manera se quedarían sin atender y acompañar a cada persona el tiempo que lo necesite.
[7] El proyecto toma otra perspectiva, ya que la gente se puede ubicar en espacios mucho más dignos.
Son procesos largos y quien llega a la Posada es que no cabe en lo institucional, no le ha gustado la experiencia institucionalizada o ha llegado en una situación de desamparo total.
Las trabajadoras sociales contratadas por el colectivo y las militantes atienden “sin una mesa de por medio”.