El título se debe a la mala interpretación del tocado de la dama como un turbante, en realidad es un balzo, un tocado en forma de rosquilla usado por las damas nobles italianas a principios del siglo XVI y presente también en otros muchos retratos femeninos contemporáneos.
La obra ya en la colección del cardenal Leopoldo de Médicis, pasó en 1675 a los Uffizi, legada al guardarropa mediceo.
En esa ocasión se retiró el fondo oscuro encontrando debajo otro también uniforme pero color grisáceo.
Tal intervención fue criticada por Alessandro Conti (1981), que consideró el fondo oscuro una modificación posterior autógrafa del pintor, aduciendo su compatibilidad con el contorno de la figura y su presencia en las copias del siglo XVI.
[3] El retrato se cuenta entre los más expresivos, así como el más conocido, del artista: la maliciosa sensualidad de la retratada se ve reforzada por la mirada fija en el espectador, la sonrisa ambigua y la habilidad compositiva de los ritmos curvilíneos que enmarcan la figura.