Esa misma mañana, la vecina Monica Breedlove, quien es alquiladora y amiga de la familia, hace una visita a los Penmark.
Tras la salida del padre de Rhoda, Christine Penmark y su hija acaban por hablar sobre una reciente competición que hubo en la escuela.
La niña se enfada mucho porque su compañero de clase, Claude Daigle, ha ganado ese premio tan codiciado.
Al mediodía, cuando Christine y Monica están sentadas con su hermano y otro conocido hablando de asesinatos, la radio emite historia de un horrible accidente con un trágico desenlace que ha tenido lugar durante el pícnic.
Mientras Christine está temiendo por su hija, le dicen que se trate de Claude Daigle.
Mientras tanto, aparece Monica Breedlove y les pregunta por la cadena con el medallón para llevarlo a la joyería.
Ya que Christine sabe dónde Rhoda lo guarda, va al cuarto de su hija.
Por la noche, Christine sorprende a su hija yendo al incinerador doméstico con un paquetito.
Cuando se niega a mostrar lo que está escondiendo, Christine enfurecida le arranca el paquetito de sus manos.
De golpe Christine comprende lo que ha sucedido y puede explicar las extrañas heridas del chiquillo muerto.
Por autocompasión, Rhoda dice que Claude era tan culpable como ella: de haberle dado el premio todavía viviría.
Por esa conversación obsesionante Rhoda se hace una vez más tétrica para Christine.
Un rato después, el escritor Richard Bravo, padre de Christine, aparece por sorpresa.
Dice que ha recuperado los zapatos traidores del incinerador para enviárselos a la policía.
Los vecinos han oído el disparo y encuentran a Rhoda, que casi no está viva.