El intenso cromatismo de la pintura (amarillo, morado, rojo, turquesa) da una gran vitalidad a la escena.
[2] Hay rasgos estilísticos que recuerdan las estampas japonesas que tuvieron influencia en los pintores de esta época, con muy pocos trazos describe el ambiente, le da un tratamiento plástico y esquemático al busto de la modelo.
[4] Se ubica en la madurez de Toulouse-Lautrec y como era típico de su última etapa, la pincelada resulta más pesada, con un empaste más grueso.
[3] Se trata de una escena íntima, en la que la payasa no está bajo la mirada del público.
[5] El tema y la técnica recuerdan a Edgar Degas, de quien Toulouse-Lautrec era admirador.