La rana que quiso ser buey es una fábula atribuida a Esopo y reescrita posteriormente por distintos fabulistas (como Jean de La Fontaine o Félix María Samaniego).
Pensó entonces que bastaba proponerse ser así enorme para conseguirlo y se dispuso a hacer la prueba.
Abrió la boca y aspiró profundamente, inflándose: "¿Soy tan grande como el buey?"
Volvió a intentarlo otra vez y se hinchó un poco más: "¿Y ahora?".
Una tercera vez lo intentó, pero la piel estirada no resistió más y al inflarse nuevamente el animalito estalló con el esfuerzo.