Ya en el siglo XVI se escribió, y así figura en escrito anónimo custodiado en la Biblioteca Nacional, que Jaén tenía las funciones vitales distribuidas al igual que el cuerpo de un dragón.
En este punto, la leyenda se diversifica, habiendo tres versiones distintas de la muerte del reptil: Un preso condenado a muerte solicitó su libertad a cambio de matar al lagarto.
Por la noche, el preso se presentó junto a la cueva y fue dejando una hilera de panes.
Se prepara calentando sin hervir vino tinto con tres clavos, canela en rama, azúcar, cáscara de limón o naranja y anís.
Volcán de Jabalcuz escucha este duelo, eructa tu fuego lanzándolo al vuelo, Duendes y fantasmas venid a la sangre, escupid el odio sin hacer vinagre.
Viento de Jaén, afila silbidos, suenen al oído como alaridos.
Pastor, caballero, preso o guerrero, lanza tus panes, prepara el cordero.
Lo más seguro es que también pertenezca al ingenio popular (especialmente contrastando fechas), pero no deja de ser una interpretación verosímil y curiosa.
La piel expuesta posiblemente no fuera más que un regalo traído desde la propia América, algo bastante común en los años siguientes a su descubrimiento.
Todos los recientes estudios apuntan a la localización en Jaén de un mito universal, el del Dragón, que una vez llegado a la ciudad en un periodo indeterminado entre dos y tres milenios atrás, se incardinó fuertemente y se vio reforzado por las sucesivas culturas dominantes, en cuya mitología también figuraba el mito del Dragón.