Las vírgenes locas

Cipriano Altamira (Enrique Lizalde), un hombre sin escrúpulos, vividor y jugador, visita un pueblo ubicado en alguna región del Bajío, en México.

Cipriano se interesa en su historia, más aún cuando ve a las tres hermanas pasar afuera de la cantina.

Las tres hermanas Guardiola son Teresa (Ofelia Guilmáin), Elena (Carmen Montejo) y Luz (Rosario Granados).

Elena es la que se hace cargo de la comida y las tareas domésticas.

Ella misma se jacta de ahuyentarle a Elena todos los pretendientes que ha tenido en su vida.

Una tarde que las tres hermanas asisten a escuchar misa en la iglesia del pueblo, Cipriano se presenta ante ellas con la supuesta intención de comprarles sus tierras.

Cipriano la envuelve para conseguir las escrituras de su casa, comprometiéndose a venderlas y luego partir juntos.

Solo hay un problema: Teresa, quién se niega e entregar a Elena las escrituras de la casa.

Ella y Cipriano se citan en una casucha ubicada en las tierras de Teresa.

Allí ambos sostienen relaciones, y Cipriano fascina a Teresa al posar como las fotos de los hombres desnudos que ella colecciona.

Al día siguiente, Teresa le entrega sus hermanas sus escrituras y les piden que se vayan cuanto antes.

Cipriano cree que Luz le hace insinuaciones sexuales y accede a su petición.

Lo que Luz desea no es su cuerpo, sino su cabeza, para agregarla a su macabra colección de cráneos.

El cuento negro pasa a rojo en una provincia que encierra locuras, sediciones, infidelidades, ambiciones.