Esto resultaría en la más brillante idea de su existencia ya que -pensaba él- al tener todas las letras del alfabeto le permitiría estampar una y otra vez textos e ilustraciones sobre el papel.
Desde ese momento comenzaría su larga jornada, que le llevaría a idear técnicas para reproducir los tipos o bloques de madera en la que incrustaba letras hechas de plomo y latón.
También mejoró la tinta utilizada para adaptarla al nuevo proceso, y construyó una «máquina de imprimir», basada en las prensas utilizadas para la extracción del zumo de uva en la producción vinícola.
Un año después del ultraje a Coster, se imprimió en Mainz el Doctrinale de Alexander Gallus.
Años después Fust demandó a Gutenberg por una deuda monetaria no saldada y cuyo desenlace fue el reconocimiento de todos los derechos y publicaciones a este último.