[1] La propia definición de museo del ICOM —definición que este organismo actualiza regularmente y que ha devenido la referencia comúnmente aceptada— denota una evolución hacia esa función comunicativa y educativa del museo contemporáneo.
[2] Esta definición contrasta con las revisiones posteriores que sí explicitan aspectos relativos a la función social del museo, como en el caso de la definición aprobada en 1974: Un «Museo» es una institución permanente, sin ánimo de lucro, al servicio de la sociedad y su desarrollo, abierta al público, que adquiere, conserva, investiga, comunica y exhibe, para propósitos de estudio, educación y deleite, evidencia material del hombre y su ambiente.
[3] Krzysztof Promian profundiza en la capacidad comunicativa del museo desarrollando un concepto que denomina semióforo, para referirse a los objetos capaces de portar significados trascendentes que van más allá de sus funciones prácticas.
[9] En el mismo sentido argumentan Massimo Negri y Dirk Houtgraaf, bajo el concepto de la importancia de trabajar en base a una core idea a la que la exposición debe servir comunicativamente.
[11] El Laboratorium mechanicum suele citarse como ejemplo de una exposición con fines determinadamente comunicativos.
Se trataba de una colección de modelos mecánicos accionables por el visitante que creó el inventor e industrial sueco Cristopher Polhem en 1697, la cual estaba explícitamente dedicada a explicar con eficacia los avances en mecánica.
[12] Puede asociarse lo anterior con los denominados museos corporativos, iniciativas dependientes de empresas privadas a través de las cuales la empresa comunica sus productos, servicios, procedimientos o valores en base a recursos del lenguaje museográfico.
A finales de los años 60 del pasado siglo afloran museos de ciencia como el Exploratorium en San Francisco o el Ontario Science Centre en Toronto, que ofrecen una experiencia educativa especialmente intensa fundamentada en facilitar a los visitantes un contacto próximo con ciertos fenómenos científicos, los cuales son recreados tangible y presencialmente en la propia sala del museo, a menudo precisando de la intervención directa del visitante.
[16] Este tipo de museos influyeron en décadas posteriores, proliferando intensamente en todo el mundo.
Los individuos de estos grupos en ocasiones colaboran unos con otros y en otras interfieren uno en la actividad del otro, adoptando roles conflictivos.
[21] Es posible deducir cuatro recursos propios del lenguaje museográfico —no sólo en el ámbito de la museología de ciencia— basados en combinar sus dos principales activos (los objetos y los fenómenos reales), con su aplicación comunicativa en la exposición —entendida la exposición como producto final del lenguaje museográfico—: presentándose a sí mismos, o bien representando de forma metafórica a otro objeto, fenómeno o concepto.
[26] Como se ha comentado, una de las funciones asumidas por el museo contemporáneo tiene que ver con un propósito educativo, entendido este concepto en su sentido más amplio.