Leonardo de la Peña tuvo una infancia muy dura ya que su padre ocupaba un modesto cargo en el ferrocarril de Ciudad Real a Badajoz como guardagujas, y quedando éste viudo muy pronto, cuando Leonardo tenía tan sólo dos años.
El premio le permitirá contraer matrimonio, y salir definitivamente de sus dificultades pecuniarias.
Nuevamente tiene que verse sujeto al precario sueldo de catedrático, volviendo a sus dificultades económicas.
Ante estas malas perspectivas, y ya con cierta inclinación hacia la Medicina de las vías urinarias, en 1905 solicita una pensión para el extranjero, dirigiéndose a París, pero dejando a su familia en España.
Una vez en Francia acude a la clínica urológica de Félix Guyon (1831-1920) y Joaquín Albarrán (1860-1912), en el Hospital Necker, donde permanecerá durante tres años.
Por su aplicación y buena disposición, Peña fue nombrado "monitor" de la clínica, llegando a ser el brazo derecho del gran maestro hispano-cubano, y ayudante quirúrgico en su clínica privada.
En la capital comienza también su ejercicio privado como urólogo, y como especialista de la Sociedad Filantrópica del Comercio.
Falleció en 1957, no sin antes dejar un importantísimo legado de obras escritas y especialistas doctos en urología.
En éste, Peña explica que la enseñanza en la cátedra corresponderá a una parte oral y una práctica.
La petición para llevar a cabo su ambicioso proyecto aparece un mes después en la "Gaceta de Madrid".
dispone: "..que se establezca una Clínica, aneja a la Cátedra, para la especialidad de Urología, con todos los medios necesarios, dado el carácter eminentemente práctico que debe tener esta enseñanza, para lo cual el Rector y Decano deben distribuir las Clínicas de San Carlos del modo más conveniente..".
No obstante, el nuevo catedrático obtuvo dos pequeñas salas, anejas a la cátedra, donde un año más tarde comenzó las prácticas de la especialidad.
Entre sus más directos colaboradores o discípulos de la cátedra figuraban: Victoriano Molina, Fernández Miranda, Gónzalez Ralero, Manuel Rodero, Martino Sabino, Alcalá Santaella, etc., destacando como sus más directos sucesores, sus dos hijos Alfonso y Emilio.
Su adjunto, Manuel Rodero, hizo su tesis doctoral sobre "Pielografía ascendente y descendente" mereciendo el grado de sobresaliente.