Sus largas patas les permitían ver a través de los pastos de las sabanas, lo que les hacía seguir a su presa más fácilmente.
El pelaje era de un color marrón rojizo con muchos puntos oscuros que podían fusionarse y formar rayas en la parte posterior.
Se abalanzan sobre sus víctimas y aterrizan en ellos con sus dos patas delanteras.
Si no logra atrapar a sus presas en el primer intento, a menudo ya no vuelve intentarlo (como los guepardos y leopardos).
Pueden saltar hasta 10 pies de alto, lo que les convierte en cazadores muy eficientes.