Con frecuencia ocurre en animales que dejan de comer durante algún tiempo, por estrés u otras causas.
Es más frecuente en especímenes obesos y caseros con escasa actividad física.
Se manifiesta mediante pérdida de peso, deshidratación, coloración amarilla en las conjuntivas oculares (ictericia), vómitos, diarrea y aumento del tamaño del hígado.
Para el tratamiento, es muy importante sospechar la enfermedad lo antes posible e iniciar una terapia basada en suministro forzado –mediante sonda gástrica, o nasogástrica, u otros procedimientos– de líquidos y nutrientes en cantidades adecuadas, pues los gatos enfermos se niegan a comer, lo cual agrava el problema y conlleva consecuencias fatales.
Sin tratamiento, la mortalidad de este cuadro patológico se aproxima a 90%.