Por otra parte, aunque se citan como cameos suyos, los de The Man Who Knew Too Much (1934), Secret Agent (1936) y Sabotage (1936) no están confirmados.
[2] También era común que tales actuaciones tuvieran un tono cómico,[2] aunque algunas otras cumplían otro tipo de funciones.
Por otra parte, es posible que tales cameos influenciaran a otros cineastas, como François Truffaut y John Carpenter.
En El cine según Hitchcock del cineasta francés François Truffaut, Alfred Hitchcock aseguró que su cameo inicial, en The Lodger: A Story of the London Fog (1927), tuvo un sentido estrictamente «utilitario, [pues] había que amueblar la pantalla».
Pero ahora es un gag bastante embarazoso y para permitir que la gente vea [la película] con tranquilidad, tengo cuidado de mostrarme ostensiblemente durante los cinco primeros minutos».
(1930) y Young and Innocent (1937) establecieron un patrón: en la mayoría de los cameos —más de dos tercios— el británico se mostraba en lugares como calles, hoteles y transportes públicos, donde podía aparecer «como un (comúnmente inadvertido) invitado, otro pasajero o un transeúnte casual».
[11] Tanto Walker (2005) como Yacowar (2010) resaltan el aspecto cómico de algunas, como Blackmail (1929) —donde lo hostiga un niño— o Family Plot (1976) —con su silueta y su «gesticulación grosera»—.
[26] De igual forma, Whitty (2016) recuerda que, al menos desde The Lodger: A Story of the London Fog (1926), Hitchcock comenzó a construirse una marca y una imagen personales, con lo que sus apariciones eran parte de esta «iconografía».
[29] Sterritt (1993) sostiene que el director se mostraba, en la mayoría de las ocasiones, como un «personaje casi dolorosamente ordinario».
[23] Tales actuaciones podrían haber influenciado a otros directores de cine, como John Carpenter, Peter Jackson[46] o François Truffaut en L'Histoire d'Adèle H.