Literatura mundial

Sin embargo, otros intelectuales como Karl Marx, Engels, Franco Moretti o Pascale Casanova han intentado esclarecer los límites de la literatura mundial, aportando propias definiciones en relación con sus momentos de estudio.

Tan sólo uno lo hace algo mejor que otro, y logra remontarse un poco más, he aquí todo.

La parcialidad y limitación nacionales se tornan cada vez más imposibles, a partir de las numerosas literaturas nacionales y locales se forma una literatura universal»[4]​.Como observa ya Hugo Achugar en Planetas sin boca: escritos efímeros sobre arte, cultura y literatura, el uso que Marx y Engels dan al concepto se asemeja con el de Goethe debido a esa idea de la aparición de “nuevo orden mundial” en el cual la nación resulta obsoleta y en la que literatura mundial sería expresión de ese intercambio cultural.

[3]​ En ambos casos, el concepto, así como la cultura, están estrechamente ligados con lo mercantil, debido a la connotación universalista de ambos.

Utilizando una terminología sacada del ámbito socioeconómico, Casanova hace ver a los escritores y críticos que no están tan alejados como ellos creen del capitalismo, puesto que utilizan el mismo lenguaje para elaborar y legitimar su actividad.

Esto que ella denomina «capital» no solo se encuentra en el ejercicio literario de autores y críticos, sino también en todos los lugares que se apoderan de él, lo transforman, lo reutilizan, etc., como las instituciones académicas, jurados o revistas.

Señala, además, que precisamente ocurre que los efectos de eso pesan sobre las literaturas nacionales y sobre los escritores:«Las prácticas y las tradiciones, las formas y las estéticas vigentes en una nación literaria determinada solo pueden hallar su sentido genuino a la luz de la posición precisa que ocupa el espacio literario nacional en la estructura mundial».

El problema radica no en descubrir cuál va a ser la próxima metrópolis cultural sino en vislumbrar hasta dónde esa reorganización de la producción y distribución, y la supremacía del factor rentabilidad pueden contribuir en alguna medida al desmantelamiento del capital cultural literario acumulado hasta entonces.

En resumen, Pascale Casanova, a lo largo de todo su libro, intenta colocarse en el lugar de la literatura «descentrada», es decir, aquella que no es hegenómica, lo que ella llama «las pequeñas literaturas», planteándose la asincronía que hay en los procesos de separación o autonomización del espacio literario nacional respecto al espacio literario mundial.

Las estrategias que se siguen son la asimilación en el espacio dominante, o la diferenciación, la reivindicación de lo nacional frente a lo mundial, poniendo como ejemplos a autores como Joyce y Kafka, aunque nos serán los únicos, puesto que Cioran o Micheaux también servirán como arquetipos a la hora de desarrollar posibles vías de reapropiación y de recreación del capital mundial, es decir, encontrar vías para recrear, transformar o transmitir las distintas tradiciones heredadas.

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