Según Antonio Palomino,[1] cuya información siguen José Antonio Álvarez Baena[2] y Ceán Bermúdez,[3] fue discípulo de Benito Manuel Agüero y excelente pintor de paisajes «que hizo muy semejantes a los de su maestro».
Trabajó principalmente con destino a particulares, para quienes pintaba series de paisajes en ocasiones con santos o anacoretas.
[4] En 1676, en un nuevo capítulo de la pugna que sostuvieron los pintores a lo largo del siglo por ver reconocida la liberalidad de su arte, encabezó el poder para pleitos que algunos pintores de Madrid (Claudio Coello, José Jiménez Donoso, Andrés Smidt, Juan Montero de Rojas y Pedro Ruiz González entre ellos) otorgaron a dos procuradores del Consejo Real, para que en su nombre pleiteasen contra la pretensión del Ayuntamiento de Madrid de cobrar a los pintores el impuesto correspondiente al repartimiento de soldados.
[5] Según Palomino, que le daba tratamiento de “don” y le tenía por caballero, desdeñando el oficio de pintor por esta causa, se dedicó a administrador de las rentas reales en Yecla y otros puertos secos, aunque en ese tiempo no dejó de dibujar a lápiz o carbón aquellos paisajes, y el propio Palomino se decía en propiedad de un dibujo del peñasco de la Magdalena de Yecla hecho por Soto.
De regreso a Madrid, aunque volvió a pintar series de paisajes, no logró ya recuperar el reconocimiento del que había gozado antes, por lo que hubo de exponer sus cuadros a la venta en público, con poca fortuna.