Los laureles del César

Astérix y Obélix consiguen convencer a un reluctante Tifus a que les permita posar en su muestrario de esclavos de lujo, hasta que alguien les compre; estos delicados esclavos se sienten ofendidos por su mera presencia allí.

Al poco, creyendo que son adquiridos por un emisario de palacio, los galos se dejan comprar por el ciudadano Claudius Cualquierus, que les encuentra divertidos, y quien les deja en su casa como encargados de la cocina.

El primer intento consiste en preparar un guiso apestoso, de tan mal gusto que sin duda alguna serían expulsados del lugar.

Una vez allí los galos son arrestados por toda una legión de soldados y encerrados en la cárcel del palacio.

Terminus accede al trato y durante la marcha triunfal, Julio César es presentado ante Roma luciendo una corona de hinojos.

La aventura termina así con el usual banquete donde participan todos los hombres de la aldea.