Lucha de Puertos

Advertían los comerciantes porteños que una ciudad edificada en territorios más favorables a la navegación se erigiría en un rival de sus propios intereses.

Frente al crecimiento político y comercial de Buenos Aires el comercio se fue monopolizando más sobre la ciudad de Buenos Aires, cosa que perjudicaba gravemente a las Provincias del Virreinato.

En 1794 se creó el Consulado de Comercio de Buenos Aires, cuyo secretario general fue Manuel Belgrano, y que tenía jurisdicción comercial sobre toda el área del virreinato, pero que estaba integrado únicamente por porteños.

El Consulado, en acuerdo a veces con los virreyes —que residían en Buenos Aires— adoptó medidas fiscales que afectaban el tráfico comercial de Montevideo: un 0,5 % sobre todas las mercaderías que entrasen y salieran por ambos puertos; otro 0,5% llamado “impuesto de avería”, entre muchos otros impuestos más, que solos parecían de bajo costo pero al hacerse una sumatoria de todos ellos, propiciaba un gasto importante para los comerciantes montevideanos.

Los montevideanos protestaron airadamente ante esta política fiscalista; por una parte era violatoria del viejo principio medieval que decía que “imposición sin representación equivale a tiranía”, ya que los comerciantes no tenían representación en el Consulado de Comercio; o sea, solo quien ha sido consultado y ha dado su opinión sobre el punto puede, eventualmente, ser cargado con impuestos.

Existía, algo más al sudeste de la ciudad, una ensenada natural llamada del Ensenada de Barragán, que podía servir como puerto sustituto a poco que se la preparara convenientemente.

Montevideo vio que el producto de sus contribuciones no solo era aplicado para mejorar las condiciones de su puerto, sino que era empleado para crear una nueva rival controlada por Buenos Aires; la protesta fue inmediata y clamorosa.

Las Invasiones Inglesas interrumpieron brevemente el conflicto portuario, pero una vez que pasó el peligro, la rivalidad regresó, corregida y aumentada.

Las juntas americanas fueron hechas como consecuencia de las Invasiones Napoleónicas que estaba sufriendo España para esa época, y la defunción de la monarquía española por José Bonaparte (hermano de Napoleón Bonaparte), debido a que la soberanía ya no residía más en el Rey, el pueblo se propuso tomar la soberanía por sus propios medios, creando juntas Autónomas en España y América, para crear una resistencia frente a las Invasiones Napoleónicas.

Al producirse este hecho la gobernación de Montevideo tenía una autonomía política completa sobre cualquier pretensión bonaerense y por ende del Virreinato.

Todos los barcos “enemigos o neutrales” que estaban en el puerto fueron declarados “buena presa” (o sea, botín de guerra) y sus dueños debían pagar un porcentaje de su valor para recuperarlos; los bienes inmuebles de los españoles fueron confiscados y entregados en muchos casos a los integrantes del nuevo régimen.

Como bien dicen José Pedro Barrán y Benjamín Nahum, no pudieron llevarse la geografía, la bahía, profunda y protegida, el mejor puerto natural del Río de la Plata; Montevideo seguía siendo una fuerte plaza comercial.