Luisa Isabel, como reina, se hizo acreedora de fuertes censuras por su conducta extravagante debida al trastorno límite de la personalidad que padecía.
Luisa Isabel se presentaba ante toda la corte sucia y maloliente, se negaba a utilizar ropa interior e intentaba provocar al personal exponiendo sus partes íntimas de un modo sibilino.
También se dice que rechazaba tocar la comida en la mesa, pero luego se escondía y engullía de modo compulsivo todo lo que encontraba a mano, fuera o no comestible.
Su comportamiento parecía empeorar con el tiempo, ya que de la noche a la mañana se la veía limpiando pañuelos, cristales, baldosas, azulejos y tejidos de toda índole en el palacio.
Incluso Luis horrorizado ante la situación escribió a su padre: Sin embargo, cuando el joven rey enfermó de viruela en agosto de ese mismo año, Luisa Isabel lo cuidó solícitamente, exponiéndose al contagio, como así ocurrió aunque con distinto desenlace al de su esposo.