Manuel (Manolo) Urbina

Al ser bautizado recibió los nombres Manuel Miguel Ángel Evaristo.

El accidente le produjo secuelas que perduraron durante toda su vida, afectaron a su estabilidad, debiendo utilizar bastón.

Hacia 1950 entabló amistad con el pintor logroñés Fernando Trevijano Díaz que se convirtió en su maestro.

Manuel Urbina, "Manolo" para sus amigos, comenzó ya desde sus primeras pinceladas a revelarse como pintor naif, modo muy congruente con su introvertido y plácido carácter.

Pero echando en falta la presencia de la figura humana en los paisajes, animó a Urbina a que no dejase de lado las figuras que veía cuando pintaba sus paisajes.

Al cerrarse la galería de arte en 1979 donde exponía con regularidad y perder contacto con el director, continuó pintando con el consejo, amistad y admiración de Jesús Ruiz Álvarez, licenciado en Historia del Arte.

"Es Manuel Urbina un enamorado del paisaje...aun pretendiendo llevar al lienzo aspectos de una naturaleza real, sus pinceles los transforman interrumpiendo cualquier conexión con la realidad externa: la luz y el color se imponen sobre el dibujo."