Manuel Azamor y Ramírez

En Buenos Aires se alojó en un local del Seminario, al encontrarse la casa episcopal en estado ruinoso.

Con la intención de ordenar las finanzas de la diócesis fijó las cantidades de dinero que debían recibir los curas anualmente y pidió a los aspirantes al sacerdocio que procuraran una capellanía para su manutención.

En 1790, por motivos de salud, los médicos recomiendan a Azamor las “aguas curativas del río Negro”, en la Banda Oriental.

A lo largo de tres meses de permanencia, Azamor pudo constatar que los hechos se habían deformado y no había inquietud en el vecindario; más aún, que era justificado el buen concepto que de Careaga tenían sus superiores.

Por su parte, el cura pide al obispo que celebre la dedicación de la capilla nueva que ha construido, dedicada a la Virgen de las Mercedes.

Afirma que "la tortura a semejanza del juez ignorante no distingue entre el culpable y el inocente y aun en el caso de que fuera buena para aquél, siempre es mala para éste".

Más tarde, por no existir lugar en la catedral, terminaron en un salón del Fuerte salvo los libros considerados "prohibidos" que quedaron en poder de la Iglesia.

Retrato anónimo, óleo sobre lienzo